“Si tuviera dinero, compraría obras de mis amigos artistas. Nuestros amigos son artistas increíbles.”

Maiko Jinushi y Akira Takaishi

Llego a la estación de tren Kunitachi una hora antes de la entrevista. Me siento en la cafetería Komeda que queda justo enfrente porque me encantan el señor del logo y los rulos del humo que salen de su taza de café. Pido un café con leche y llega con un bollo de pan con una mermelada casi transparente de manzana. Hace dos semanas que estoy en Japón y es la primera vez que me dan un oshibori, una toalla enrollada calentita para las manos apenas me siento. Pensé que el COVID-19 las había erradicado, pero la cafetería entera, con sus sillones forrados en pana verde, parece vivir en el pasado.

Unos minutos antes de la entrevista, me encuentro con Marisa Shimamoto1 , fotógrafa del proyecto, sobre la salida sur de la estación, y vamos juntas en su auto hasta el complejo de departamentos en el que viven los artistas Maiko Jinushi (1984)2 y Akira Takaishi (1985)3, junto con su hija Sara.

Kunitachi es una ciudad ubicada a cuarenta minutos del centro de Tokio. Los artistas viven en un gran complejo de edificios de cinco pisos, separados por corredores verdes, con estacionamientos para bicicletas en los ingresos de cada módulo.

Estamos llegando 10 minutos tarde. Le aviso a Maiko por chat que ya estamos en la puerta de entrada:

—¡Bajamos! —me responde.

Nos conocemos todos, entonces, en la escalera a mitad de camino. Salen los tres a recibirnos: Maiko, Akira y Sara a upa. Sospecho que es una costumbre japonesa recibir a los invitados en la puerta. Esta es la tercera entrevista que hacemos para Colecciones de Artistas y ya tengo alguna práctica en sacarme los zapatos en el genkan de las casas. Si me ofrecen pantuflas, siempre acepto.

Ellos son tan cálidos y amorosos como los imaginaba. Conversamos en inglés y, si bien esto es una entrevista, siento que estoy de visita en la casa de unos amigos.

D.—¿Cuántos años tiene el edificio?

M.—Creo que más de 50 años.

D.—¡No parece!

M.—Por dentro está bien, pero por fuera…

A.—Hace poco pintaron el exterior.

D.—¿Es más grande que otros departamentos?

M.—En realidad, hay más espacio entre edificios. Normalmente en Tokio podés ver al vecino muy, muy cerca.

D.— Claro, se escucha todo. Este complejo también tiene bastantes espacios verdes para que los niños jueguen. Sara, ya vas a ir a jugar con los vecinos —le digo en inglés a la beba, que claramente no entiende lo que le estoy diciendo, pero igual nos reímos.

D.—Las puertas son un poco bajas, ¿no? Akira llega justo.

A.—Sí, están hechos a la medida japonesa —aclara entre risas.

MS.—En los edificios de esta época, suelen ser de esta altura, en las construcciones nuevas son más altas.

M.—Nosotros tuvimos que mudarnos muy rápido, porque hubo un incendio en el lugar donde vivíamos antes. Así que todavía está un poco desordenado todo acá. Muchas cosas tienen aún un poco de hollín. Fue una buena oportunidad para rever todo lo que teníamos.

A.—Incluida la colección.

La primera acción, que se repite como un mantra en las entrevistas, es la siguiente: les doy el libro de Colecciones de Artistas, los dulces que llevo de regalo y una obra que traigo made in Argentina especialmente elegida para cada uno. Se trata de una pequeña obra/estampa/póster para sumar a sus colecciones.

Como esta pareja es muy especial, le propuse a mi amigo Nicolás Pellizzer4 que hiciera una acuarela de algún rincón de la casa de los artistas que le llamara la atención. Unos meses antes de viajar a Japón, le mostré a Nico las fotos que me mandó Maiko por mail, en las que se veían varias obras. A él le llamó la atención una ventana angular en donde hay unas plantitas y varios objetos curiosos, entre ellos, unas piezas de cerámica rotas, regalo de una amiga luego de su viaje a México. En su mail, Maiko sumaba los escombros en la lista de obras de su colección: “Me encanta el objeto y su memoria, así que de alguna forma lo considero arte”, escribía.

Una de las primeras preguntas que hago, entonces, es:

—¿A dónde están los escombros?

Nos conducen directamente hasta una habitación-escritorio. Los escombros reposan ahora en un estante de la biblioteca contigua y algunas cosas están ligeramente cambiadas de lugar en relación con la foto de un año atrás, pero el espíritu es el mismo. Les entrego la acuarela, se sorprenden y les encanta. Mientras les cuento un poco más, Akira se pone a reconstruir la escena tal cual está pintada, ajusta cosas acá y allá con precisión japonesa, tomándose muy en serio la tarea.

D.—Ya que estamos acá, me gustaría conocer la historia de los escombros.

M.—Estas piezas me las regaló mi amiga Syafiatudina5 , que vive en Yogyakarta, Indonesia. Ella es curadora y muy buena amiga nuestra. Antes de venir a Tokio, estuvo viajando y nos trajo esto como souvenir.

A.—Pero hay otra historia también. Ella no es solamente curadora: para vos… es una amiga muy especial. Ellas se conocieron en Yogyakarta.

M.—Sí, sí, sí. Indonesia fue el primer lugar al que viajé como artista. Es una historia larga la de Yogya, fue una experiencia muy especial para mí... Al principio, conocí al novio de Dina (Syafiatudina), Wok the Rock6. Él es artista y estuvo en Koganecho, en Japón por una residencia. Nos hicimos buenos amigos. Como parte de su obra abrió un bar, y en la apertura conocí a Antariksa, fundadora del Centro de Estudios Culturales KUNCI7. Antariksa me habló sobre un pintor japonés que estuvo en Indonesia durante la ocupación japonesa. Yo no lo conocía, pero ella me contó que él hizo la primera escuela de arte moderno en Indonesia. Me impresionó mucho. Hasta ese momento, yo no conocía realmente los detalles de la ocupación japonesa en Indonesia. Sentí un poco de vergüenza por mi ignorancia. Me dieron ganas de saber más al respecto, y también de saber más sobre Indonesia, entonces tiempo después Antariksa me invitó a KUNCI. Dina forma parte de KUNCI, y como dije, es la novia de Wok, así que pasamos mucho tiempo juntas durante mi estadía allí. KUNCI tiene una biblioteca, abierta para la comunidad y Dina organizó talleres y charlas públicas con artistas, investigadores, estudiantes y lugareños. Su forma de comunicarse y su percepción del mundo eran simplemente geniales para mí. Muy intelectual, amable y divertida. Nunca conocí a una persona así y me encantaría ser como ella, ja, ja. Otras comunidades en Yogya también me parecieron muy impresionantes. No solo KUNCI, había muchos colectivos y muchos de ellos se conectaban entre sí. Como Yogya es una ciudad pequeña, la recorríamos en moto, nos juntábamos todos los días y todas las noches, se hablaba sobre el arte y la vida cotidiana libremente.

A.—Todo es arte para ellos. Todo lo que hacen es parte de la práctica artística.

D.—¿En qué año fue esto?

M.—Este viaje fue de finales de 2013 y principios de 2014. Esa experiencia cambió mi visión del mundo como artista. Antes de ir a Yogya, solo miraba la historia y el arte occidental de forma inconsciente, sin cuestionarlo. Me di cuenta de que esto era muy limitado y que existían muchas cosas que desconocía por completo. Después de eso, comencé a viajar más. Además, me di cuenta de que estaba atada a un concepto del artista único y original. A la gente de Yogya no le interesaba eso. Para ellos lo comunitario era mucho más importante que un concepto original.

A.—No solo se trata de producir obras de arte: es otra cosa también, es la forma de vida.

M.—Cuando volví, le conté a nuestro amigo Nozomu Ogawa sobre Yogya. Fuiste al Art Center Ongoing8 el otro día, ¿no? Me pregunto cómo es que lo encontraste. Porque cuando nos escribimos por mail, pensé que podríamos ir juntas y te lo iba a sugerir.

D.—Fui porque había visto en tu CV varias cosas relacionadas con el lugar y me pareció importante conocerlo. También vi que Kenji Ide9 hizo muchas exposiciones ahí. Cuando fui, la semana pasada, justo había una exposición de la artista Boat Zhang10 y estuve conversando un rato con Nozomu. Me contó que tiene ese espacio hace quince años.

M.—¡Toda una investigadora! Ja ja.

D.—Más bien stalker, ja ja. Como yo vengo de otro contexto, necesito conocer los espacios por donde circulan ustedes, acercarme un poco a la escena local.

M.—Al principio, mostraban artistas nuevos, desconocidos, pero ahora la comunidad Ongoing ya es bastante reconocida. Con los años, se fueron haciendo conocidos.

D.—Entiendo. Nozomu me regaló el libro que publicó sobre su viaje por el sudeste asiático.

Southeast Asia Research Trip es un relevamiento realizado por Nozomu Ogawa en 2016. Visitó 83 espacios de arte en nueve países del sudeste asiático en tres meses. ¡Un calendario apretado! En el prefacio del libro lo explica en pocas palabras: “Yo dirijo un pequeño espacio de arte llamado Art Center Ongoing en Kichijoji, Tokio, Japón. Escuché el rumor de que existen innumerables espacios de arte independientes como el mío y decidí planear este viaje”. Es una guía preciosa, con fotos caseras de esos encuentros, algunos dibujitos en los márgenes, y crónicas precisas y divertidas en japonés e inglés que da mucho gusto leer. En el apartado de Tailandia hay una exposición en el espacio Chiang Mai de cinco artistas japoneses curada por Ogawa, que incluye a Maiko Jinushi y a Kenji Ide. Siguiendo el tono del libro, ¡me alegro de haber dejado cosas afuera en la valija para traerlo conmigo!

M.—De hecho, el primero en ir a Indonesia fue Kenji Ide, y trajo a Wok the Rock a Japón, y nos hicimos amigos. Después fui yo a Indonesia, y cuando regresé le hablé de Indonesia a Nozomu… Y así.

D.—Me encanta conocer un poco sobre su comunidad, quiénes son sus amigos, cómo circulan esas ideas… Ya me doy una idea de cómo es Syafiatudina. Sigamos con otras obras de este sector. Cuando vi esta pieza en las fotos que me mandaste por mail me hizo pensar en Man Ray.

M.—Sí, es la base de una plancha real muy antigua. Es de mi bisabuelo. Cuando mi familia tuvo que vaciar su casa después de su fallecimiento, lo vi y me pareció interesante.

A.—Ni siquiera era una plancha eléctrica. Y ahora es raro, estas cosas no existen más, pero en su momento era un objeto de uso cotidiano. Es de un tiempo muy diferente.

M.—Él era un muy buen zapatero en Fukushima y tenía muchas herramientas también—. Desenvuelve, un martillo y un punzón, guardados en papel de diario.

D.—¿Las usás? Parecen hechas a mano, ¿no?

M.—No, la verdad es que no las uso. Parecen hechas por él, eso creo.

A.—Yo tendría miedo de romperlas si las uso —agrega entre risas.

D.—Están hechas para un uso muy específico, imagino.

M.—También tengo esta artesanía que compré en una feria de navidad en Alemania. Es como un amuleto. Es una cajita de herramientas.

D.—¿Lo conectás de alguna forma con tu abuelo?

M.—No, no lo conecto con él, sino con mi carrera. Lo compré como un amuleto para mí.

A.—Debe ser una decoración para el árbol navideño.

M.—Estos dos muñecos los hizo Akira. Son unas figuras tradicionales japonesas para pedir por la salud de las niñas —agrega Maiko mientras señala dos figuritas que están al lado.

D.—Pero hay una nena y un nene.

A.—Es una tradición muy anticuada (Festival Hinamatsuri)11 , en la cual se pedía por el matrimonio de las mujeres, que era muy importante. Y también por el nacimiento de futuros bebés.

M.—Discutimos mucho si teníamos que hacerlos porque es un pensamiento con el que obviamente no estamos de acuerdo, y también porque no tenemos interés en que Sara lo haga, ni creemos que Sara se identifique con eso. Vemos a los dos muñecos y cualquiera de ellos podría ser Sara. Ella puede ser cualquiera de los dos que quiera ser.

Japón está colmado de prácticas, tradiciones y festivales que voy descubriendo con las historias que me cuentan en las entrevistas. Me pregunto si tienen algún significado real en la actualidad o si solo se mantienen los rituales.

D.—¿Cómo eligieron el nombre de Sara? Es occidental, ¿no?

A.—Bueno, no es del todo occidental. Sara en japonés es un tipo de tela. Tiene algo de occidental y de la tradición judía, pero no es del todo ajeno a lo japonés. También nos pasa que tenemos muchas amigas en distintos países que se llaman Sara, y son todas buenas personas, sin excepciones.

M.—También existe una canción para la celebración del 7 de julio, que es el Festival de las estrellas, (Fiesta del Tanabata)12 y la canción dice: “Las hojas de bambú susurran… (sara sara)”, que es el sonido que hacen las hojas al moverse. Además, ella nació en el mes de julio.

Sasa no ha sara-sara / Nokiba ni yureru / Ohoshi-sama kira-kira / Kingin sunago / Goshiki no tanzaku / watashi ga kaita / Ohoshi-sama kirakira / sora kara miteiru

Las hojas de bambú susurran, / meciéndose en el alero del tejado. / Las estrellas brillan / en los granos de arena dorados y plateados. / Las tiras de papel de cinco colores / ya las he escrito. / Las estrellas brillan, / nos miran desde el cielo.

A.—Sara también es el sonido de una palabra, que tiene un caracter diferente, y es un tipo de árbol sagrado vinculado al budismo. Muchas razones para su nombre.

Seguimos los cuatro en la habitación-escritorio. Marisa saca fotos de las obras y de los rincones, Maiko posa sosteniendo algunas piezas y Akira tiene a Sara a upa mientras conversamos en inglés. Es el final del verano y siento una gota de sudor que me recorre.

Nos queda solo un objeto de este sector, esta víbora de cerámica.

M.—Es una obra de la artista Sara Gassmann13, de Suiza. La conocí en una residencia en New York. Cuando hizo una muestra, yo le saqué unas fotos y, en agradecimiento, me regaló esta obra.

D.—Una de las Saras queridas.

A.—Sí, sí.

D.—Ya que estamos en esta habitación, podemos comenzar con esa foto. Es un niño, una niña, no sé. Es la cabeza de alguien.

M.—¡Es la cabeza de Sara! Desarrollé mi trabajo más reciente a partir de esta imagen. Ahora se puede ver en la Trienal de Arte Echigo-tsumari. Akira y yo participamos en esa exhibición como miembros de un colectivo de arte llamado Ongoing Collective. Con los miembros del colectivo hicimos una instalación que es como un pueblo, una comunidad de artistas.

El colectivo trabaja en un lugar llamado Sansho House, en la prefectura de Niigata, a unas tres horas en Shinkansen desde Tokio. Es un espacio enorme, de techos altísimos, en el que los artistas comparten tareas cotidianas, desde la crianza de los hijos hasta el desarrollo de las obras en una gran instalación al estilo del juego Sugoroku, con casilleros para avanzar o retroceder. Hacen representaciones teatrales, workshops de fin de semana, proyecciones de películas, entre otras actividades. En la cuenta de Instagram @ongoingvillage encuentro unas fotos de Akira encerrado en una pequeña habitación hecha de paredes de plástico transparente (estilo Breaking Bad) pintando su obra, y un video de Maiko recorriendo el espacio con Sara en su espalda. Participan del colectivo: Morito Inoue, Kyoko Idetsu, Ayaka Ura, Ryo Ikeda, Hiroyuki Ohki, Itaru Ogawa, Maki Katayama, Yuya Koyama, Keisuke Sagiyama, Hikaru Suzuki, Yoshiki Tanaka, Kento Nito, Masashiro Wada, Yoko Abe, Nozomu Ogawa, y nuestros amigos Maiko y Akira, por supuesto.

D.—¿Hay alguna otra obra en esta habitación?

A.— Está esta obra de Maiko, de cuando recién empezaba, tiene sus años. Es un discman.

D.— ¡Ah! No me daba cuenta —digo mientras sostengo el objeto pintado en las manos—. Lo usaba mucho en la adolescencia.

M.—Sí. Es una cultura perdida.

A.—Esto es de Ryuichiro Otake14 , un amigo de ambos. Yo hice una muestra colectiva con él. Y él se la olvidó y simplemente me la llevé. La encontré en mi bolso —dice entre risas.

D.—Es una historia muy habitual en las colecciones de los artistas.

Nos movemos, los cinco, al living. Para dejarlos descansar un poco, nos sentamos a ver el libro de Colecciones de artistas. Me llama la atención la dedicación con la que lo miran, y el tiempo que se toman para hacerlo. Maiko pasa página por página el libro completo. Mientras, les voy contando algunas anécdotas de las historias de las colecciones de mi país que pienso que pueden interesarles.

En el living, que está separado de la cocina por un corralito hecho para Sara, hay algunas obras en las paredes y muchos juguetes en el suelo. Preparo mi lista de obras con información que encontré de cada uno.

M.—¡Los estuviste investigando!

A.—Fumiyaki Akahane15 es un amigo de la universidad y un pintor talentoso, me encantan sus dibujos —arranca Akira mientras desenvuelve un rollo con un dibujo del mismo artista que cuelga al lado del reloj—. La historia es que me llevé algunos dibujos de su estudio —dice entre risas—. Tenía muchos dibujos y se estaba deshaciendo de algunos, entonces los rescaté y me los traje.

D.—¿Son de esa época?

A.—No, son posteriores, de alguna visita reciente. Cuando éramos estudiantes me encantaba su obra, me parecía muy poderoso lo que hacía. Todavía me pregunto cómo hacía para crear ese tipo de obra siendo estudiante. Me siguen gustando las de esa época.

D.—Por lo que estuve viendo online, ahora hace cosas bien diferentes a esta obra, con muchas texturas.

A.—Sí, me gustan ambas etapas.

No puedo evitar pensar en el gran reloj que está colgado al lado de las obras. El reloj es algo que está siempre presente en las casas japonesas, y tiene una forma particular. Es rectangular y ovalado. Me encantan los de las estaciones de tren también, con sus números verdes.

D.—Necesito comprar uno de esos relojes japoneses. Me hacen acordar a los de la estación de tren.

M.—Es diferente, pero entiendo lo que decís. Lo compramos en Unico.

A.—Es bastante caro, unos 12 000 yenes (90 dólares). Nos encanta.

D.—Cuéntenme de la postal que está al lado.

A.—Es una artista alemana; se llama Paula Modernson Becker (1876-1907).

D.—No la tengo en la lista.

M.—Es una postal, pero nos encanta. Fue una pionera.

A.—La compramos en una retrospectiva que hubo en Japón. Es una pintora, que hacía estas obras en 1903. Era poco conocida en su tiempo, que era el de Matisse y Picasso. Pero debería ser tratada como uno de ellos. Hablando de celebridades, acá tenemos nuestro Picasso —dicen mientras señalan otra de las obras en la misma pared.

D.—Es de tu mamá, Akira, ¿cierto? ¿Es coleccionista? Según me contaron, hay tres obras de la colección de tu mamá “en préstamo” en esta casa.

A.—Para nada, pero compró algunas obras en plataformas de venta online. Hace quince años, en Japón, las ventas de subasta no eran tan populares, no había tantas como ahora que todos están buscando obras online. La persona que la vendía no tenía idea de lo que era, ni de dónde venía. Entonces, ella lo encontró de casualidad y creemos que es una impresión original de Picasso. Es posible —concluye entre risas.

M.—De hecho, la madre encontró buenas obras, tiene muy buen ojo para encontrar cosas.

D.—¿A qué se dedica tu mamá?

A.—Es ama de casa, ahora se jubiló.

D.—¿Y cuál es la obra de Gyoji Nomiyama (1920-)16? —pregunto mientras pronuncio con dificultad el nombre que tengo anotado en mi lista.

M.—Estamos seguros de que es real. Tenía un marco original y, cuando lo cambiamos, vimos la firma en el dorso. Es bastante famoso en la historia del arte de Japón, y un buen pintor y ensayista. Sus textos son interesantes.

D.—Es una obra que a mi mamá le gustaría también —bromeo.

Después tenemos la obra de Morikazu Kumagai (1880-1977)17 . Me parece un personaje espectacular, además nació en el siglo XIX.

A.—Es muy importante para el arte japonés.

M.—Creo que la mamá vio el título “frogs painting” y reconoció al artista; entonces, la compró. El que la vendía no sabía, me parece.

A.—Está este libro infantil con su obra —dice Akira mientras busca material complementario para mostrarme.

D.—Vi que tiene un museo en Tokio. ¿Fueron?

A.—Sí, claro.

Akira trae más libros y aparecen dos de Kenjiro Okazaki (1955-)18 .

M.—Debe tener casi 70 años.

A.—Es un genio, es un teórico. Desde adolescente me gusta. Esta obra la compré cuando era estudiante, lo admiraba mucho. En ese momento, no lo consideraban tanto como artista, sino más como crítico. Vi una pequeña muestra en una galería y la compré; fue mi primera compra, tendría unos 20 o 21 años. La habré pagado 20 000 yenes (150 dólares).

D.— No mucho, como dos relojes.

A.—Su obra es más seria, es la razón por la que era barata: es más como un boceto, una obra menor, que hizo para divertirse. —Mientras la agarra, la va moviendo para que vea cómo se forma una suerte de cara—: ¿Ves? Acá hay una nariz…

D.—Es de cartón corrugado pintado, muy simple. ¿A ver el dorso? —Me llama la atención el cordón de tela anudado que se usa acá para colgar los cuadros—. Nosotros usamos un simple alambre —les digo mientras les muestro en el libro de Colecciones de artistas algún ejemplo.

M.—El cordón es algo muy tradicional japonés.

A.—Como montajista, te puedo decir que es mejor el alambre.

M.—También tenemos la versión del libro infantil de Kenjiro, que a Sara le encanta.

MS.—Mis hijos también lo tienen, pero no sabía de este artista. Les encanta, es sobre sonidos.

Akira los reproduce para mí: “papapopapa pu popepipapa” y otros sonidos graciosos.

M.—Onomatopeyas…

D.—Akira siempre trae mucha información del contexto, libros, material. Me ayuda mucho. El investigador —digo y nos reímos.

M.—Él te investigó a vos también antes de venir —me dice con una voz cómplice y graciosa.

D.—¿A mí? Pero no soy famosa.

M.—En Instagram.

D.—Ah sí. Hay mucho material ahí, ja ja.

Hasta esta visita a su casa, no había tenido ningún intercambio con Akira por mail y, más allá de seguirnos en Instagram, no sabía nada de su personalidad. Para mi sorpresa, resultó ser un apasionado y una persona amorosa. Sus carcajadas están presentes en todos los audios de la entrevista. A Maiko ya la adoraba desde su primera respuesta por mail un año atrás, cuando escribió: “Si querés que te presente a alguien que tenga más obras (y más apropiadas) en su colección, puedo hacerlo. Espero que tengas la oportunidad de venir a Japón, y si ocurre, por favor visitá nuestra casa también 😊”. No se me ocurre un destino mejor que esta casa para Colecciones de artistas.

M.—Ayer nos preparamos para tu llegada, limpiamos todo. Nos aseguramos de que todo estuviera bien.

D.—En Japón hay una obsesión por la limpieza, todas las mañanas cuando salgo veo gente limpiando en la calle, en el metro, en los locales, en los parques barriendo las hojas incluso.

M.—Nuestra casa normalmente está desordenada, ja ja.

Sara sigue repitiendo palabras: “papapapapa”. Akira trae más libros. Aparecen unas pequeñas pinturas coloridas de Masaya Chiba19. Tienen una colgada y trae dos más que tienen guardadas.

M.—Son como estudios, los robó también —dice señalando con la vista a su esposo.

A.—¡No los robé! Se estaba mudando, era muy difícil de ordenar, había muchas cosas, parecía que había pasado un terremoto, o que había pasado un auto por ahí.

D.—Así que le hiciste un favor.

A.—Era muy difícil de ordenar ese cuarto, estaba muy cansado al final. En ese momento, se estaba yendo a Toronto y tenía que mudar todo a la casa de su madre. La casa era un infierno y no se podía llevar todo, así que las tomé y me dijo: “sí, dale, por favor”.

D.—¿Cuándo fue esto?

A.—Y hace 8 años…

D.—No era tan conocido como ahora.

M.—Ya era conocido.

D.—Me gusta mucho su trabajo. ¿Vos lo conocés, Mari-san?

MS.—No, no lo conozco.

M.—¿Cómo es que vos lo conoces? —pregunta intrigada.

D.—Cuando estaba investigando artistas japoneses para este proyecto, me crucé con él y me encantó su obra. Lo seguí un poco, vi su exposición online en Tokyo Opera City Art Gallery, y me pareció bastante impresionante. Y pensé: “este es el tipo de artista que me gustaría entrevistar”.

M.—¿De verdad? De hecho, pensamos que Masaya podría ser alguien para presentarte.

A.—Él tiene su colección. Me compró obra también.

D.—Le mandé un mensaje en su momento, pero no me respondió. Después aparecieron ustedes y me encantó también, pero él fue de los primeros artistas japoneses que vi y con los que conecté con su trabajo.

M.—Qué increíble esa coincidencia. Pensamos en él cuando nos escribiste, pero siempre está muy ocupado.

D.—Sí, eso imaginé. Él también tiene algún proyecto con Kenji, de Open Studios20, ¿no?

A.—Son mejores amigos.

M.—Sí, sí, son muy amigos. Estaba entre presentarte a Masaya o Kenji, porque ambos coleccionan obras. Y al final fue Kenji.

D.—Me encanta, vamos a entrevistarlo a su casa pasado mañana.

Seguimos con una obra que hay en el hall de entrada pegado al living, es de Daichi Takagi21.

A.—Él es un amigo de Maiko, de la universidad Tama. Este fue un regalo de bodas. Se llama Still life.

D.—Me encanta esta obra que vi online, muy simple, de una lluvia cayendo —comento mientras les muestro mis apuntes con algunas obras que encontré del artista.

A.—Sí, esta es posterior, después de su viaje a Ámsterdam.

M.—No nos olvidemos de hablar de esta obra, no estaba en la lista, pero quiero hablar de ella. Es un póster de Meriem Bennani22. Es videasta. Es de su exposición en New York, en un lugar alternativo, de arte experimental. Cuando estuve en 2017, vimos su muestra: muy increíble. Y después de eso, se hizo muy popular. Ella vive en New York, pero es de Marruecos.

Mientras conversamos, ambos sacan miles de imanes de la heladera para despejar el póster y que lo podamos ver.

A.—Ahora es muy famosa, es un poco una celebridad. En ese momento no era tan conocida.

D.—¿Cómo lo consiguieron?

M.—Era el póster de la muestra, podías llevártelo. No lo robamos —aclara entre risas.

D.—Hay muchas historias en el libro sobre artistas que “se quedaron” con obras de otros artistas amigos.

M.—Pasa lo mismo en todos lados.

Nos movemos a la última habitación de la entrevista, un escritorio, el estudio de Akira. Colgada, hay una obra suya, alargada y de colores ácidos, vibrantes.

A.—Estoy pensando en mudarme a un estudio más grande. Porque los materiales que uso pueden ser tóxicos y necesito más espacio, esto es más una oficina temporal.

Vamos haciendo coreografías para poder tomar fotos. “Me corro”, “ponete acá”, “¿Nos sentamos en el piso, o querés llevarlo a la otra habitación?”, “Quedémonos acá para cambiar de fondo” son algunas frases que escucho al desgrabar esta entrevista.

D.—Me llaman la atención las cajas. Me encantan estas cajas chatitas, me parecen únicas.

MS.—¿De verdad?

A medida que pasan las entrevistas entiendo que, para los japoneses, meter una pintura en una caja, casi hecha a medida del bastidor, parece ser lo más normal del mundo. Pienso que son los reyes del packaging después de todo y que, si un quesito tiene su envoltorio individual dentro de un paquete con otros quesitos, ¿por qué una obra de arte no tendría su caja específica también?

Akira desembala cosas arrodillado en el suelo.

A.—Esto no está en la lista —dice mientras desembala un pequeño objeto de madera.

D.—Dejame anotar su nombre: Takayama, Noboru (1944-2023)23 —escribo su nombre en mi cuaderno según la convención de los nombres propios en Japón: primero el apellido y después el nombre. Aunque para facilitarnos la tarea a los lectores de este lado del mundo, uso el formato inverso en las entrevistas.

A.—Esto tiene que ver con una curaduría que hice en enero de este año (2022). Fue una muestra con él, pero era la época del COVID-19 y no pudo venir; entonces, me encargó hacer la obra y me mandó este modelo.

D.—¿Cuántos años tiene?

A.—78 o algo así… Le pedí que reprodujera esta obra histórica suya, del 68 —nos cuenta mientras vemos la foto original en el libro—. Es algo que se usa para las vías del tren, para alinear las vías. Se necesita esta estructura. Entonces, como fue muy difícil construir esa obra, me quedé con este modelo.

D.—Este es otro de los artistas históricos que te interesa, como Hiroshi Fujii (1942 -)24 .

A.—Sí, son amigos.

D.—Debo decir que no sabía nada de Mono-ha25 antes de investigarte, Akira. Ahí descubrí tu interés por esos artistas y conocí el movimiento. (Mono-ha se traduce de manera literal como "Escuela de cosas". Es un movimiento artístico activo en Japón entre 1968 y 1975).

A.—Tengo más cosas: 4, 5, 6 —cuenta mentalmente.

D.—Traelas.

Entre varios objetos, aparece una foto del fotógrafo Shigeo Anzai (1939-2020)26 .

M.—Es un fotógrafo muy conocido. Especialmente famoso por los retratos que hizo a muchos artistas y el registro de sus obras entre 1970 y los años 2000.

D.—Leí que estuvo vinculado al movimiento Mono-ha, ¿no? Muchas de las obras que desaparecieron tienen algún registro fotográfico gracias a él.

M.—Sí, es cierto, pero no es un artista Mono-ha, sino más bien un retratista de esos artistas. En esta foto, nos hizo un retrato a nosotros.

A.—Esta es Maiko, este soy yo y este es Daichi —dice mientras señala con el dedo a cada uno en la foto blanco y negro—. Estamos en una galería vinculada a la universidad de arte Tama.

D.—Es una exposición grupal y, entonces, ¿él les sacó una foto? ¿Era profesor de la universidad?

A.—Sí, eso. Él vino a la muestra.

M.—Él era muy generoso. Incluso con los estudiantes. Nos sacó una foto, las imprimió y nos regaló una a cada uno, con su firma.

D.—Murió hace dos años.

M.—Sí —dice con tono de afecto.

A.—Pensá que, en esa época, los artistas vinculados a Mono-ha no eran para nada conocidos y él tuvo esa misma actitud, retrataba lo que pasaba en ese momento.

D.—¿Qué otros tesoros tenemos en el estudio?

A.—Clemence Renaud27.

D.—Ah sí, te vi en su video, en su sitio web.

A.—Exacto. Estos son dibujos de ese trabajo, este soy yo. El video se hizo acá, en Tokio.

Se trata del video Gloires et declins (2018) en donde distintas imágenes de la ciudad de Tokio se suceden junto con una serie mensajes, voces y el inconfundible (y potente) sonido de las cigarras en verano. Los cuerpos son reemplazados por diversos objetos inalámbricos que transmiten información (una radio, un router, un teléfono móvil, un GPS, un satélite). En el recorrido de imágenes que nos lleva hasta la isla artificial de Odaiba, el único cuerpo humano que vemos es el de Akira.

D.—¿Qué es eso que sostenés en la mano: un grabador? —pregunto señalando el dibujo.

A.—Es más bien como una caja blanca, pero representa un smartphone o algo así.

En algún momento hacemos una pausa y nos sentamos a la mesa, o mejor dicho, en el suelo sobre el tatami, que en Japón es lo mismo. Sara está en su horario de almuerzo. Akira abre dos frasquitos de comida para niños, pero ella parece interesada solo en uno de los dos, y pone caras cada vez que él intenta acercarle una cuchara a su boca con el otro. Él no se da por vencido tan fácilmente y sigue ofreciendo la cuchara mientras conversamos. Probamos varios dulces que compré en Matsudo, una ciudad a menos de una hora del centro de Tokio. El día anterior a las entrevistas, me encargo de comprar dulces para compartir y trato de elegir cosas diferentes para probarlas. Akira nos ofrece té verde y corta los dulces en cuatro mitades para que podamos probar cada cosa. Ese gesto me resulta familiar y me alegra.

D.—¿Cómo se conocieron ustedes?

A.—Creo que fue a los 19.

M.—No, antes a los 17. Éramos estudiantes de secundaria.

A.—Nos conocimos en el curso de ingreso para entrar a la universidad, en el que te preparan para dar el examen de ingreso.

D.—Al final entraron a universidades diferentes. Maiko fue a Tama y Akira a Musashino.

M.—Sí, ese fue el resultado, se dio así. En ese momento, igual, éramos solo amigos; no estábamos juntos aún.

D.—¿Cuándo empezaron a salir?

M.—Cuando teníamos 23 creo, o 22. Cuando estábamos en el tercer año de la universidad.

D.—Las dos universidades están en esta zona, ¿no? ¿Siempre vivieron por acá?

M.—Sí, está cerca. Al principio vivía con mi mamá, después me mudé cerca de la universidad. Y él lo mismo. Por ejemplo, si querés quedarte hasta tarde en el estudio es mejor estar cerca.

D.—Tengo una pregunta medio boba para hacerles, pero aprendo mucho de las respuestas. ¿De qué artista comprarían obra si pudieran?

A.—Bueno, ya tenemos un Picasso… —responde rápido y entre risas.

Se quedan pensando brevemente.

A.—Si tuviera dinero, compraría obras de mis amigos artistas. Nuestros amigos son artistas increíbles.

D.—Es una buena respuesta.

M.—Sí, es una buena respuesta. De hecho, cuando me contactaste para esta entrevista, yo nunca había pensado en mi colección y fue interesante hacerlo. En la última década, viajamos mucho; entonces, trataba de no juntar muchas cosas. Éramos muy nómades. Yo pensaba en el lugar en el que vivíamos como temporario. Akira tenía más cosas. Yo no tenía una colección propiamente dicha, pero sí algunas cosas de amigos. Durante la pandemia, empecé a pensar en quedarme en un lugar que fuera cómodo, y empecé a colgar las obras. Y me doy cuenta de que convivir con las obras tiene un gran efecto en mí. Me da energía. Me hizo pensar que tenía que tener más obras, sobre todo de artistas mujeres, porque teníamos muchas de hombres. Fue una buena oportunidad para pensar en esas obras.

D.—¿Considerás que tenés una colección?

M.—Antes de que me lo preguntaras, nunca pensé que tenía una colección. También empecé a preguntarme qué cosas pueden ser una obra de arte. Por ejemplo, los escombros que mi amiga trajo de México, para mí son una obra.

D.—Volviendo a los años universitarios, ¿qué orientación elegiste? Porque en la web de Tama no vi ningún programa específico de cine o video y me preguntaba cómo habías llegado hasta ahí.

M.—Pintura al óleo, porque si elegís eso, significa que podés hacer cualquier cosa: arte contemporáneo, video. Igualmente, mucho lo tuve que aprender por mi cuenta, y los profesores lo aceptaron. Existía un departamento de producción de video, pero en otro campus, y las clases generalmente se dictaban por la noche. Escuché que fue eliminado después de mi graduación.

D.—Akira, ¿vos también elegiste pintura al óleo no? —Destaco esto porque en Japón la otra opción es Nihonga o, literalmente, “Pintura al estilo Japonés”.

A.—Sí, sí.

D.—Está claro que sos pintor, y no sé cómo llamar a las instalaciones con pozos en el suelo. ¿Vos cómo las llamás?

A.—Al principio, eran más un proyecto de investigación para mí, de cuando estaba estudiando Mono-ha, de esa época. Necesitaba cavar esos agujeros. Sentía una conexión grande mientras cavaba esos agujeros. Mono-ha es un movimiento muy conocido de Japón en la posguerra, pero la idea que se tiene de ellos es un poco limitada, estrecha: piedras, vidrio…

D.—Mientras los investigaba a ustedes, me llamó la atención la presencia del “pozo” (hole) en sus obras. Por un lado, tenemos los pozos que cava Akira para sus investigaciones. En su caso se vincula, además, con su interés por el escritor Haruki Murakami. De manera muy diferente, pero aparece también en la obra de Maiko, por ejemplo, en el video A Distant Duet (2016), en la historia de un niño que se cae dentro de un pozo. En el caso de Maiko, esto se vincula con su interés por el escritor Roberto Bolaño. Aparece en otras performances como Reading of 2666 (2016). Maiko, ¿cómo llegaste a Bolaño? ¿O qué te interesa de su obra?

M.—La primera vez que me encontré con un libro de Bolaño fue en una librería, me llamó la atención la portada. Lo abrí y me fascinó desde la primera oración. Había una conexión profunda, así que lo compré. Creo que fue la primera traducción suya que hubo en Japón, después fueron apareciendo otros en japonés. Lo del pozo no es una coincidencia. Ambos participamos en una exposición que se planteaba qué pasó en 1968, que Akira te comentó. ¡Ahora me olvidé cómo llegamos a lo del pozo!

A.—Todo empieza con el pozo que cavó Koji Enokura (1942-1995)28, uno de los artistas Mono-ha.

M.—Ah sí, él hizo un pozo.

A.—Yo no sabía al principio que había cavado uno, y es un artista muy reconocido actualmente. Pero al comienzo de su carrera, hizo estos pozos y después desarrolló su estilo por el que fue más reconocido. Descubrir esas imágenes cambió mi forma de entenderlo, porque no conocía esas obras de juventud y conecté con esos trabajos.

M.—La exposición que hicimos, My Hole, Holes in Art29, surgió de nuestro interés por lo que ocurrió en 1968, y queríamos preguntarnos por qué algunos artistas trabajaron con el pozo/agujero como tema en esa época. En 1968, la revolución y los movimientos estudiantiles ocurrieron en muchos países y en Japón también hubo grandes protestas estudiantiles en las universidades. Koji Enokura y otros artistas Mono-ha eran jóvenes en ese momento. Sus obras aparentemente no tienen un trasfondo político, pero pensamos que existe cierta influencia del contexto social. Koji Enokura, Noboru Takayama, Hiroshi Fujii cavaron un pozo en noviembre de 1970 en una propiedad donde vivía Takayama. En el mismo invierno, un protagonista de la novela de Haruki Murakami cavó un pozo. Un hecho sucedió en el mundo real y el otro ocurrió en el mundo ficticio, digamos. Pero este es un vínculo misterioso. Haruki Murakami es un poco más joven que Enokura, pero son casi de la misma generación. Hay otra coincidencia también. En 1968 hubo un gran movimiento estudiantil en la Ciudad de México y un choque con la policía que ocupó violentamente una de las universidades. Bolaño escribió sobre este incidente en su novela más famosa Los detectives salvajes y en uno de los capítulos escribió sobre un agujero profundo. Me fascinaba esa conexión, quería saber por qué el pozo, qué significa el “pozo”. Mi trabajo, A Distant Duet, es un intento de conversación con Bolaño, quien ya falleció, y trato de entender qué representa el pozo.

D.—¿Les gusta Patti Smith?

M.—¡Si!

D.—Ella también es muy fan de Bolaño.

M.—¡Ah!, ¿sí?

D.—Cuenta que se pasó leyendo y deconstruyendo el libro 2666 durante dos años, de atrás hacia adelante y desde todos los ángulos.

A.—Ella también adora a Murakami.

D.—¡Ahí está la conexión!

M.—Algo que tendría que haber mencionado antes es que, en 2011, ocurrió en Japón el gran terremoto y el desastre de la planta nuclear de Fukushima. Y mi idea de comunidad y país cambió mucho. Antes de eso, no me había cuestionado o pensado jamás si pertenecía a la sociedad japonesa, pero después me empezó a parecer extraño y raro y no podía sentirme parte.

D.—El arte funciona muchas veces como un refugio.

A.—Ofrece una alternativa. De alguna forma puede cambiar la realidad.

D.—Nozomu dijo, el otro día cuando lo visité en Ongoing, “ser artista es como ser activista”.

M.—En la sociedad japonesa, ser artista es considerado algo raro; si le digo a alguien que soy artista, piensan que es raro, tal vez en todas las sociedades pasa lo mismo, pero en todo el mundo, de alguna forma, los artistas hablamos el mismo idioma. Creo que existe una comunidad artista global de alguna forma.

D.—En definitiva, las historias que estoy escuchando en las entrevistas en Japón son muy similares a las de Argentina. El sentido de comunidad artística, la amistad, el reconocimiento entre pares.

M.—Eso me da aire, me permite respirar.

D.—Una última pregunta: ¿ustedes creen que en Japón es posible vivir del arte o es necesario tener otros trabajos para subsistir?

M.—Depende un poco de la suerte.

D.—Supongo que hacer video es más difícil aún.

M.—Sí, es más difícil. Masaya Chiba acaba de invitarme a dar clases en la Universidad de Arte de Tama y me di cuenta de que los profesores tienen buenos honorarios y es posible vivir solo de eso. Mi puesto es de profesor part time, así que no es el caso.

D.—También tienen galerías ustedes, y les venden obras. ¿Cuál es la tuya Akira?

A.—Justo me estoy yendo de la galería, me resulta mejor vender solo.

M.—Yo vendí algunas obras, pero no es algo que ocurre seguido; entonces, es difícil vivir solo de ese ingreso. A veces obtengo una beca, que tampoco es suficiente, pero… Ahora, por ejemplo, estoy dando clases en la universidad. No es mucho dinero, pero es algo. Akira trabaja como montajista, como trabajo part time.

A.—Empecé haciendo pozos para mi obra y fui adquiriendo la técnica. Es muy difícil cavar en realidad.

M.—Yo, a veces, trabajo con amigos editando y filmando.

D.—Claro, en mi país pasa lo mismo. Les preguntaba porque pensé que, tal vez, en Japón era diferente.

A y M.—No, no, ¡para nada! —responden en coro.

A.—Es un poco… suicida, ja ja.

M.— Hace algunos días, vi un tuit de alguien que conocí hace tiempo, alguien que enseñaba, que contaba que había tenido que ir a un banco de comida tres veces este verano porque no le alcanzaba. Con la pandemia, la guerra, el aumento de los precios, y con el mismo salario igual no le alcanzaba. Ya no es suficiente. Él debe tener 50 años más o menos y tiene a cargo a sus padres. Yo pensaba en mi futuro…

MS.—¿En la próxima vida también elegirían ser artistas?

M.— Sí, no me arrepiento, jamás.

MS.—Muchas personas que tienen otro tipo de profesiones, que trabajan para grandes compañías, tienen algún tipo de admiración por los artistas, a menudo piensan: “Oh, me encantaría ser artista”.

D.—Una idealización de lo que implica ser una artista.

MS.—Claro, pero no tienen las agallas para hacerlo.

M.—Entiendo.

MS.—Entonces, me preguntaba si los artistas también fantasean o desearían hacer otra cosa —nos reímos todos.

A.—Sí, entiendo. Yo, de hecho, supe que quería ser artista desde los 4 o 5 años.

D.—También sos curador a veces. Hace poco, estuve charlando con un curador y artista de Buenos Aires, Santiago Villanueva, y él decía que primero se le ocurre una idea, y entonces piensa si eso se puede transformar en una curaduría, o en una obra, o en un libro etc.

A.—En mi caso, la curaduría tiene que ver con mi obra. Es como una preparación para mi obra. De alguna forma, mi trabajo como curador ayuda a que mi trabajo como artista se pueda entender mejor.

M.—Crea un contexto.

D.—Es claro que lo que haces como curador está relacionado con tu obra, eso se puede ver.

A.—Sí, pero mi obra está primero. A veces me resulta frustrante la falta de contexto, y tiene que ver con eso. La historia del arte ya está escrita, pero esos discursos los hace alguien. Entonces, yo trato de escribir otras historias también, otras narrativas, usando mis propias palabras30.

M.—Marisa, ¿qué hubieras sido si no fueras fotógrafa?

Suena una musiquita infantil de fondo de algún juguete de Sara.

MS.—Cuando iba a la secundaria, quería ser diseñadora gráfica, pero antes tenía la fantasía de ser una rockstar —nos reímos a coro—. No puedo cantar, pero me gusta ver gente cantando en un gran escenario, y debe ser una sensación increíble. Tal vez, en la próxima vida, si lo logro. Disfruto la fotografía, tengo la fantasía de ser artista.

D.—Pero sos una artista. Hay muchas formas de ser artista.

MS.—Quiero serlo, pero a veces me pregunto: “¿qué es ser artista?”. Tal vez pienso demasiado. Me gustaría pensar menos, como los niños cuando hacen algo. Y hay muchos artistas ahora, que hacen cosas buenas o no tanto, pero quiénes una para juzgar.

D.—Hay diferentes escenas artísticas, con diferentes públicos. Yo creo que Maiko y Akira pertenecen a una escena que tiene que ver con mis intereses, por ejemplo.

M.—Estoy muy contenta de que nos encontraras —dice Maiko con una voz muy tierna; pienso que la afortunada de estar ahí soy yo.

D.—Cuando miraba el website de tu galería, Hagiwara projects31 y me puse a ver la lista de artistas, enseguida me gustó tu obra. Y cuando vi en tu CV que habías estado en la residencia en El Matadero, en España pensé: “She´s the one: ella seguro va a responder mi mail”.

M.—Muchas personas no entienden lo que hacemos, pero hay un montón de gente que sí y a la que le interesa.

D.—A diferencia del grupo de artistas que entrevisté en Buenos Aires, creo que varios de los artistas que estoy entrevistando pertenecen a escenas muy diferentes. Yuna Ogino pertenece a una escena, Tomoki Watanabe a otra diferente. Kenji Ide y ustedes están en la misma, diría.

A.—Y cada escena tiene su comunidad también. Me imagino que con la música debe pasar lo mismo.

D.—Claro, vos, Maiko, por ejemplo, trabajás con músicos también en tus performances y videos. Con bateristas. También hay un músico en su colección, bastante famoso: Yamantaka Eye32.

M.— ¡Sí, muy famoso!

Van a buscar los vinilos y los traen al living.

D.— ¿Dónde compraste estas obras?

A.—En una galería, alguien curó su exposición. Pero no lo conozco personalmente ni nada. Este es un collage, de Eye.

D.—Lo que él hace es la tapa de estos discos.

A.—Sí, son más como productos. No lo conocemos personalmente, pero es bastante famoso, nos gusta lo que hace. Y compramos estos discos, que son vinilos bastante raros. Nos costaron 6000 yenes (43 dólares), un valor que, como arte, no es mucho; son discos, en definitiva.

Sara ya está con ganas de atención, se porta excelente, pero se nota que está cansada de tener a sus padres atentos a la entrevista.

D.—Prometo que ya nos vamos, Sara —le digo más de una vez.

MS.—Siguen apareciendo obras.

D.—Tienen una colección bastante amplia.

M.—¿Decís? —risas.

D.—Yuna tiene unas 10 obras, Tomoki tiene algunas más pero bien diferentes. Él colecciona obras más tipo muñecos, figuras pequeñas.

M.—¿Tipo animé?

D.— No. Cómo describirlas…

M.—¿Gacha Gacha? (se refiere a las máquinas expendedoras que venden pequeños juguetes dentro de una cápsula. Gacha gacha es otra onomatopeya; el sonido que produce la acción de girar, dos veces, la manivela de la máquina).

D.—¿Qué es Gacha Gacha? Discuten algo en japonés. Marisa les explica que son más bien como pequeñas esculturas.

D.—Nos vamos pronto, Sara —le digo mientras ensaya algunas sílabas y sonríe para nosotros cuando Marisa la enfoca con su cámara.

M.—Creo que Sara se está sumando a nuestra conversación.

MS.—Ella tiene todas las respuestas.

NOTAS AL PIE

1Marisa Shimamoto: https://www.marisashimamoto.com/
2 Maiko Jinushi: http://maikojinushi.com/
3 Akira Takaishi:http://www.akiratakaishi.com/
4 Nicolás Pellizer: @_duiyo
5 Syafiatudina: https://dinamakan.online/about
6 Wok the rock: www.goethe.de/prj/nus/en/ats/wtr.html
7 Kunci: www.kunci.or.id/about-us
8Art Center Ongoing: https://www.ongoing.jp/
9 Kenji Ide: @works_kenjiide
10 Boat Zhang: http://www.boatzhang.com/
11Hinamatsuri, también conocido como día de las muñecas o día de las niñas, es un festival de Japón que se celebra cada año para conmemorar la salud y la felicidad de las niñas y la feminidad en general.
12Tanabata o Festividad de las Estrellas es una festividad derivada de la tradición china Qi xi "La noche de los sietes". Es tradición escribir los deseos del Tanabata en tiras de papel de colores y colgarlos en los árboles hechos de ramas de bambú. Según la tradición este es el único día del año en que las dos estrellas, Altair y Vega (que representan a dos amantes), pueden encontrarse.
13Sara Gassmann: https://www.saragassmann.ch/
14 Ryuichiro Otake: @ryuichirootake_studio
15 Fumiaki Akahane: http://www.fumiakiakahane.com/
16 Gyoji Nomiyama: https://www.asahi.com/ajw/articles/14108946
17 Morikazu Kumagai:http://kumagai-morikazu.jp/
18 Kenjiro Okazaki: https://kenjirookazaki.com/eng/
19 Masaya Chiba: https://shugoarts.com/en/artist/143/
20 Super Open Studio: https://www.superopenstudio.net/
21 Daichi Takagi: https://daichitakagi.net/
22 Meriem Bennani: http://meriembennani.com/
23Noboru Takayama (1944-2023). Ver: https://myholeholesinart.jimdofree.com/subterraneans-and-mirrorless-mirror/
24En 2018, Akira Takaishi y Tomohito Ishii curaron una exposición llamada My Hole: Scab of the 21st Century en Space 23℃, un espacio de arte pequeño, montado en el jardín de la casa de la viuda del artista Koji Enokura, en el área residencial de Todoroki. Allí se mostraron cuatro obras de Fujii (1942 - ) realizadas entre los 70 y los 90. Considerado como un artista Mono-ha olvidado, fue un escritor que desarrolló su actividad en el mismo periodo que los artistas Mono-ha, pero no fue debidamente historizado dentro del mundo del arte japonés. En el texto curatorial de la exposición, escribe Akira: “Su práctica fue más crítica que la de los escritores de la misma época, y atravesó el contorno del cuerpo del arte. El trabajo de Fujii no es el núcleo duro del arte contemporáneo japonés, sino la película dura que se forma en el límite entre el interior y el exterior, el núcleo de la corteza, el núcleo de la costra”. Ver: https://myholeholesinart.jimdofree.com/my-hole-scab-of-the-21st-century/
25Mono-ha (も の 派) es el nombre que se le da a un movimiento artístico que tiene sus orígenes a mediados de los años 60´s en Tokio. Generalmente se traduce como “Escuela de cosas”, término acuñado con desdén por los críticos en la revista Bijutsu Techo, mucho después de haber comenzado a exhibir su trabajo. Los artistas Mono-ha no comenzaron como un colectivo organizado. Investigaron los materiales y sus propiedades en reacción al desarrollo e industrialización despiadados que se dio en Japón. Exploraron el encuentro entre materiales naturales e industriales, como piedra, planchas de acero, vidrio, bombillas, algodón, esponja, papel, madera, alambre, cuerda, cuero, aceite y agua, ordenándolos en su mayoría inalterados. Comparten características del movimiento Land Art, Fluxus y el arte conceptual. Uno de los artistas más reconocidos es coreano Lee Ufan (1936), una década mayor que el resto, que a los 20 años se instaló en Japón. Algunos artistas son: Nobuo Sekine (1942-2019), Katsuro Yoshida (1943-1999), Susumu Koshimizu (1944 -), Koji Enokura (1942-1995), Kishio Suga (1944 -), Noboru Takayama (1944 -) y Katsuhiko Narita (1944 -), Jiro Takamatsu (1936-1998), Shingo Honda (1944-2019).
26https://www.tate.org.uk/art/artists/shigeo-anzai-24656
27 Clemence Renaud: https://www.clemencerenaud.net/ y el video puede verse aquí: https://www.clemencerenaud.net/gloires-et-declins
28 Koji Enokura: https://www.takaishiigallery.com/en/archives/17458/
29 En 2015, cinco artistas nacidos a principios de los 80, Akira Takaishi, Maiko Jinushi, Tomohito Ishii, Tomohiro Masuda y Saeka Enokura, realizaron la exposición My Hole, Holes in Art en una casa. Escribe Makiko Hara: “Al reexaminar el significado detrás de los ‘pozos’ en los escritos de Haruki Murakami que ilustran el punto de inflexión del Japón de la posguerra en la década de 1970, y los significados de los ‘pozos’ que muchos artistas estaban cavando al mismo tiempo, los artistas presentados aquí tenían como objetivo inspeccionar sus propios ‘pozos’ en la realidad de la década de 2010". Ver: https://myholeholesinart.jimdofree.com/my-hole-hole-in-art/
30 Siguiendo la serie de exposiciones relacionadas con artistas Mono-ha que enumeramos antes, encuentro tres exposiciones que ocurrieron en simultáneo en el año 2019: Hole: Hole in Art Series. Por un lado, tenemos Indeterminate Area, con obras de Koji Enokura (1942-1995), Noboru Takayama (1944 -) y Hiroshi Fujii (1942 -) en Space 23oC, luego la muestra individual Pleasure plane de Tomohito Ishii en Capsule y, por último, la muestra Descent Garden, de Akira Takaishi, en Clinic. Recordemos que Ishii y Takaishi participaron en la exposición colectiva My Hole, Holes in Art (2015) y que ya habían curado juntos la exposición My Hole: Scab of the 21st Century, de Hiroshi Fujii (2018). Ver: https://myholeholesinart.jimdofree.com/my-hole-hole-in-art-series-2019/
31Hagiwara Projects (www.hagiwaraprojects.com) es una galería ubicada en el barrio de Kōtō, Tokio. Representa a los artistas Miho Dohi, Yuta Hayakawa, Shunsuke Imai, Tomotsu Kido, Ryota Nojima, Nobuhiko Nukata, Zak Prekop y a Maiko Jinushi. Visité el espacio durante la inauguración de la muestra colectiva Onsen Confidential, organizada en conjunto con la galería Crevecoeur de París, y conversé con su amable directora Yukari Hagiwara.
32 Yamantaka Eye: https://es.wikipedia.org/wiki/Yamantaka_Eye